Thursday, August 18, 2005

 

Otro mundo es inevitable

La frase favorita de los primeros globalifóbicos era Otro mundo es posible, y fue cambiada, si no me equivoco, por Saramago a Otro mundo es indispensable, y lo hizo el buen portugués, quizá eufemísticamente, pensando que en realidad, Otro mundo es inevitable.

No sólo se trata de un proceso natural de evolución, que de hecho nos costaría infinitamente mas trabajo detener. En la especie humana ha prevalecido una a-largo-plazo-suicida idea de la posibilidad de una comodidad infinita, de hedonismo rampante, de gusto por el consumo inconsecuente, disfrazado de frutos del propio trabajo. Puede ser que tengamos consciencia de la vida miserable de millones, pero pensamos que mientras que nosotros estemos cómodos o tengamos la posibilidad de estarlo, aunque sea en un grado más o menos espartano, creemos pues que no debemos culparnos de esa miseria ajena, que no debe afectarnos más allá de lo razonable (sic); que mientras lleguen las dulces quincenas, o mientras sean más o menos prósperos nuestros negocios; que por alguna extraña e inexplicable inercia todo seguirá funcionando de algún modo, que alguien se ocupará dello.

Nuestra pereza por entender el alcance de nuestras decisiones políticas y económicas nos llevará a despertar del sueño de la comodidad basado en la inconsciencia de la caducidad de la energía barata. Desde la primaria se nos dijo que el petróleo era básico para nuestras vidas, se nos dijo que era un recurso natural no renovable. Lo que no se nos explicó era qué pasaría si de pronto ese recurso, al comenzar a escasear, se volviese demasiado caro, siendo su extracción cada vez más costosa y su demanda cada vez más alta, desatando una espiral cuyo desenlace nos ha por fin alcanzado. Las generaciones que maduraron en el siglo XX se empeñaron en no pensar en qué sería de aquellos quienes tuvieran que lidiar con el problema; y no sólo eso, sino que nos educaron para pensar que el problema, si bien era inevitable (puesto que el petróleo, reconocían sin asumir las consecuencias, es un recurso no renovable) era impredecible, y que por tanto, y con un poco de suerte, nosotros podríamos --como ellos-- relegar su solución a las generaciones posteriores. Aquí estamos, la generación que puede con toda certeza esperar vivir en carne propia la catástrofe inscrita en nuestros modos de vida cómodos y despreocupados.

Un verdadera galaxia de giros de la izquierda alude de un modo u otro a la idea de cambiar el orden social hacia uno más justo, más equitativo, etcétera. Pero el error es que la mayor parte de esa izquierda, asume, de acuerdo a su formación, que dispondremos aún de esa energía barata, y de hecho lo único que propone es una distribución más equitativa de la riqueza energética de una comunidad, es decir, reducir la diferencia per cápita del consumo de esa energía. Por eso la izquierda pelea: pelea por el poder de distribuir de otro modo esa energía; pelea porque no ha entendido que el asunto se simplificará cuando una significativa (e impredecible) proporción de la sociedad padezca los efectos de la extinción de la energía barata.

Claro: la miseria ya está aquí, en una buena porción de la humanidad. Según un dato incierto que recuerdo, podemos considerar una sexta parte de la humanidad viviendo en la miseria. Esperad a que seamos el noventa por ciento, esperad.

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